Ante un problema con tu dispositivo, ¿has probado a reiniciarlo?

Todos hemos ofrecido este consejo en alguna ocasión o lo hemos recibido. Es una frase que poco a poco ha ido perdiendo su razón de ser quedando relegada para muchos usuarios a un mito. Pero no lo es, en absoluto. En muchas ocasiones reiniciar un ordenador, smartphone o tablet, es suficiente para resolver nuestros problemas.

En realidad, no se trata de magia. Puede parecerlo a muchas personas que no conocen cómo funciona un sistema operativo (el usuario común no tiene por qué saberlo), pero, hay fundamentos técnicos que explican por qué el hecho de apagar y volver a encender cualquier equipo electrónico encender cualquier equipo electrónico cuya arquitectura sea similar a la de un ordenador, puede resolver eficazmente algunos problemas.

Un reinicio a tiempo, puede ahorrarnos muchos calentamientos de cabeza

Antes de continuar, es muy importante que seamos comedidos con el entusiasmo. Y es que lógicamente, el reinicio no es infalible. Los equipos informáticos pueden sufrir muchos problemas que no se van a resolver simplemente si los apagamos y volvemos a encender. Los fallos provocados por un funcionamiento incorrecto de algún componente del hardware, no desaparecerán por arte de magia aunque reiniciemos el dispositivo, como es lógico.

No obstante, existe un amplio abanico de errores cuyo origen está en el software y a diferencia de los problemas de hardware, sí pueden corregirse gracias al efecto que ejerce el reinicio en el comportamiento del equipo. Además, estos son los fallos a los que en la mayoría de veces, sin ser realmente conscientes, nos enfrentamos los usuarios con más frecuencia, por suerte. Buena parte de ellos, tienen su origen en el sistema operativo, componente del software que actúa como intermediario entre nosotros y el hardware instalado en nuestro dispositivo.

Una de las definiciones técnicas de sistema operativo que nos ofrecen James L. Peterson y Abraham Silberschatz, autores del libro «Sistemas operativos. Conceptos fundamentales», un clásico utilizado en muchas facultades y escuelas de informática para instruir a los alumnos en los principios básicos de diseño de este componente fundamental de nuestros ordenadores, dice:

«Un sistema operativo es lo más parecido a un Gobierno. Los recursos básicos del sistema informático son el hardware, el software y los datos. El sistema operativo propicia los medios para el uso adecuado de estos recursos mientras opera el sistema informático. Al igual que ocurre con un Gobierno, el sistema operativo no tiene por sí mismo una función útil; únicamente crea el entorno en el que otros programas pueden hacer un trabajo útil en realidad».

James L. Peterson y Abraham Silberschatz

Esta definición pone sobre la mesa varias claves que no interesa pasar por alto, pero antes de continuar, es necesario que haga un inciso más: cuando encendemos el PC, un smartphone u otro dispositivo con una arquitectura similar a la de un ordenador, los componentes fundamentales del sistema operativo necesarios para que el equipo funcione correctamente se cargan en la memoria desde el subsistema de almacenamiento secundario.

Lógicamente, la memoria principal es volátil, por lo que al apagar el equipo su contenido se pierde. Al encenderlo, como acabamos de ver, se almacenan en ella todos los componentes esenciales del sistema operativo y las aplicaciones que estamos ejecutando. Los sistemas operativos primitivos, nacieron en la década de los 50 de la mano de los primeros ordenadores y durante el tiempo que ha transcurrido desde entonces, ha permitido que cada vez sean más sofisticados, a la vez que complejos.

Como explican los autores del libro, una de las funciones más importantes consiste en administrar los recursos de hardware para ser utilizados por las aplicaciones y compartidos entre todas las que se ejecutan concurrentemente. El problema, es que con frecuencia se producen situaciones que impiden a los algoritmos usados por el sistema operativo administrar la memoria principal, uso de la CPU y la entrada/salida de información o del sistema de ficheros, entre otros componentes, para poder rendir adecuadamente.

Normalmente, el sistema operativo identifica esos errores y los subsana sin que nos demos cuenta, pero otras veces, se desencadenan una sucesión de pequeños fallos que impiden que todo funcione correctamente. Este escenario, es el que los usuarios solemos percibir como una ralentización excesiva de nuestro equipo, o incluso, con la aparición de mensajes de error o bloqueos desesperantes.

La noticia positiva, es que el hecho de hacer borrón y cuenta nueva en estas circunstancias, es pan comido. Lo que debemos hacer es, reiniciar nuestro dispositivo o apagarlo y tras dejarlo unos segundos en reposo, volverlo a encender. Con ello, la memoria principal vaciará su contenido y durante el arranque los componentes fundamentales del sistema operativo se cargarán ordenadamente en la memoria principal como si nada hubiese pasado. Este hecho es el que, cuando un usuario tiene problemas con su equipo y acudimos a su llamada desesperada, cuando el profesional realiza esta acción y todo se inicia convenientemente, es como si la otra persona se estuviese inventando cosas, llegando a aportar incredulidad y una dosis de misterio a la situación, que como hemos visto anteriromente, tiene una explpicación de lo más lógica y sencilla. Es lo que yo denomino: «síndrome del dispositivo cobarde». Parece que por el mero hecho de sentir la presencia del Técnico, decide hacer las cosas bien y portarse como un buen dispositivo.

Un pequeño consejo para terminar y llevar a la práctica las ideas que acabamos mostrar: es recomendable reiniciar con determinada frecuencia nuestros dispositivos y los que más nos lo agradecerán serán nuestros teléfonos móviles, ya que algunos usuarios los mantienen encendidos durante periodos de tiempo demasiado prolongados. En estas circunstancias, es muy probable que poco a poco el contenido de la memoria principal se vaya degradando. Afortunadamente, la solución como hemos visto es muy sencilla.

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